lunes, diciembre 19, 2005

La sombra del caballero

Por Alejo Rivas Devecchi

Publicado por El Español en Australia, marzo 2005

En 2005 se conmemora el IV centenario de la que es ampliamente considerada como la novela paradigmática de la literatura en español, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. La primera parte de esta novela fue publicada por primera vez en 1605 en la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta, a costa de Francisco Robles, donde se publicó también la segunda parte en 1615.

Miguel de Cervantes nació en 1547 en Alcalá de Henares (unos 45 Km NE de Madrid). Era el cuarto de seis hermanos. Su padre era cirujano-barbero, profesión de escasos ingresos y baja consideración social. Pasó su niñez en constante movimiento, mientras su padre mudaba la familia de una ciudad a otra, en busca de mejor suerte. Así, Cervantes se educó en colegios de La Compañía de Jesús en Valladolid , Córdoba y Sevilla y se aficionó al teatro bajo la tutela del padre Acevedo. A partir de 1566 la familia se estableció definitivamente en Madrid y el joven autor inició allí su carrera literaria en 1567, con un soneto dedicado a la reina, “Serenísima reina, en quien se halla”. Casi enseguida se trasladó a Roma para iniciar su carrera militar.

En 1571 sirvió a las órdenes de Diego de Urbina, a bordo de la galera Marquesa, que intervino en la batalla naval de Lepanto. En esta batalla Cervantes sufrió dos heridas de arcabuz en el pecho y una en la mano izquierda, que quedó inutilizada. De este episodio data su mote, El manco de Lepanto, que llevará con orgullo hasta su muerte. En 1575 decidió volver a España a hacer valer sus méritos militares; aunque con tan mala fortuna que una tempestad dispersó su flotilla y la galera El Sol, en la que viajaba con su hermano, fue capturada en las costas catalanas por corsarios berberiscos al mando de Arnaut Mamí. Loas hermanos Cervantes fueron así a parar a manos de Dalí Mamí, y permanecieron cinco años cautivos en las mazmorras o baños argelinos. Este período de cautiverio dejó honda huella en el ánimo del escritor, que se reflejó en su obra posterior.

“La libertad, Sancho, es uno de los mas preciosos dones que al hombre dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”

Luego de varios intentos de huida frustrados, fue rescatado por fray Juan Gil, que colectó dinero para pagar su rescate. De vuelta en España, pretendió durante largo tiempo algún puesto oficial, preferentemente en América, pero sus méritos militares nunca fueron recompensados. Desde entonces se dedicó enteramente a las letras, y se relacionó con las figuras literarias mas relevantes de la época hasta que él mismo se convirtió en uno de los mas prestigiosos.

Luego de varias novelas como La Galatea y comedias como El Trato de Argel y la Numancia, publicó en 1605 Don Quijote de la Mancha, con un éxito inmediato y varias ediciones piratas, lo que llevó a la casa editora a publicar un segunda edición al poco tiempo. Esta novela cuenta las aventuras y desventuras de Alonso Quijano, un hombre obsesionado por la lectura de libros de caballería que, presa de esta fijación, pierde su sano juicio y decide salir a recorrer mundo para recrear las hazañas de los héroes de estas historias, imponiendo la justicia según las normas de las órdenes andantes.

La nobleza contemporánea, que ostenta sus patéticos títulos discriminatorios en países que tienen el descaro de llamarse democráticos, tiene sus orígenes en la caballería. Los caballeros eran nobles sin título, que optaban por la carrera de las armas o la eclesiástica para obtener riquezas y reconocimientos de parte de los que ya ostentaban un título.

Estos hombres (la caballería estaba vedada a las mujeres) dedicaban la energía de su avaricia a saquear, asesinar, y usurpar otros pueblos, con otras culturas y con otra fe de la propia; que no llegaban a entender, y consideraban -muy convenientemente- malignas.

Eran genocidas, mentirosos y ladrones –que probablemente también llamaran terroristas a sus víctimas- y son los ancestros de los nobles de hoy, que se proclaman diferentes –superiores- al resto de los mortales, y se creen con derecho “divino” a decirnos como vivir. Obviamente nosotros debemos trabajar para mantener sus privilegios.

Don Quijote era un hidalgo, el eslabón mas bajo de la nobleza, lo que se denominaba un labrador rico, aunque no tanto en su caso. Cuando Cervantes escribe esta obra, el imperio español ha entrado en crisis, y la hidalguía se ve amenazada por la miseria. Su personaje pugna por manifestar sus disminuidos privilegios, exagerando los comportamientos derivados de los ideales caballerescos.

Pero Don Quijote no es sólo la respuesta a una coyuntura socio-económica particular. Sus enseñanzas y reflexiones gozan de la eterna vigencia de los clásicos, aunque las autoridades que gobiernan “a Dios rogando y con el mazo dando”, hagan lo posible por obviar el verdadero sentido de las palabras de Cervantes.

La conmemoración de los 400 años de su primera publicación es una buena oportunidad para desmentir ese rumor que afirma que el 80 % de los españoles (podría extenderse al mundo de habla hispana) no ha leído la mayor obra de nuestra literatura. Su lectura no sólo nos proporcionará esos momentos de satisfacción momentánea característicos de la lectura de una maravilla (verdaderos orgasmos intelectuales); sino que también dejará en nuestra mente reflexiones, que con el debido tiempo de maduración se convertirán en certezas. Esas convicciones que, al fin y al cabo, son las que nos hacen pararnos con el puño en alto frente a la injusticia, porque “vale mas buena queja que mala paga”.

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