domingo, diciembre 25, 2005

Himnos

Parece que a una señora de Australia no le gustó que yo expresara mi desagrado hacia el himno nacional uruguayo. Seguro que la señora no habrá pensado que hay quienes no nos gusta que nos impongan cosas. Yo, por mi parte, no elejí ese himno, así como no elejí a los que lo impusieron. Pero me obligaron a cantarlo durante toda la escuela y el liceo, en aquellos actos en los que nos obligaban también a marcar el paso y ponernos firmes frente a los asesinos de turno, so pena de tres faltas o calamidades por el estilo. Por eso a mí, y a muchos de nuestra generación, nos suena a milico, y si hay algo que me disgusta profundamente, son los milicos.Un amigo de mi generación , o casi, elaboró más que yo su opinión sobre los himnos:

HIMNOS
Por Javier Zeballos


Muchos se enorgullecen y entonan con fervor patriótico sus respectivos himnos nacionales. Hay himnos y hay himnos, se sabe. La cultura chauvinista concentra en los símbolos lo que no es capaz de reconocer en los pueblos. Mancillar los símbolos nacionales, ultrajar una escarapela, es una afrenta a la patria. Los pobres concretos y reales del pueblo despreciado y oprimido, los marginados de toda especie por ser diferentes o ser menos, no cuentan en el honor. Las elites dominantes construyeron y construyen sus nociones de nación igualando superficialmente para perpetuar las diferencias y desigualdades pero el himno y demás símbolos, faltaba más, a todos nos cobijan.

Siempre me llamaron la atención la mayoría de los himnos de países africanos. Cuando en los partidos por los mundiales de futbol, los negros se alineaban para cantar los himnos, casi invariablemente se escuchaban estrofas que reproducían estructuras musicales y textuales europeas. Hasta que un día, por la Copa de África, la Selección sudafricana de la Sudáfrica post-Mandela, se enfrentaba a Senegal, Gambia o Ghana, no lo recuerdo. Luego de los acordes clásicos de la música clásica europea, cuando tocó el turno de la por primera vez mayoritariamente negra selección sudafricana, sonó una música extrañamente percusiva y plena de ritmo enloquesedor que los jugadores empezaron a bailar alegremente. El colonialismo cultural, aún vigente como el neocolonialismo económico, vió en ello una nota exótica, cuando lo exótico eran los himnos anteriores.

¿Y por casa cómo andamos? El himno uruguayo fue escrito por uno de los más consecuentes traidores a la patria. El muy buen poeta Francisco Acuña de Figueroa cantó loas al rey de España y a cuanto Virrey y Gobernador de turno pudo, cantó a los invasores ingleses en cada una de sus fugaces incursiones, cuando laevolución de mayo recitó al bando criollo sus versos inflamados de independencia y recorrió los salones del centralismo porteño y montevideano cuando este traicionó a Artigas. Pregonó sus textos al invasor portugués cuando se creó la Provincia Cisplatina y luego al Imperio del Brasil cuando sucedió a éste. Por último, fue llamado para crear las estrofas del Himno Nacional cuando el enviado Inglés, Lord Ponsomby, inventó el Uruguay negociando con Buenos Aires y Río de Janeiro en la Convención Preliminar de Paz, sepultando los ideales de redención, libertad y justicia.

Aún así, es un himno bello, por más que sea de manual. Lo curioso que el poeta solemne también escribió unos Versos clandestinos titulados Versos del Carajo, de tinte picarezco y hasta pornográfico, que la historia oficial se encargó de ocultar por años.

Pero nuestro himno tiene aún más pliegues. Su música fue compuesta decenas de años después, guerra civil mediante, ya en tiempos del militarismo organizador. Fue allí que Don Arturo José Debayle le puso música, una música tan bella y tan ajustada al patrón clásico que es un plagio de un fragmento de una ópera de Donizetti. Y los patrioteros de siempre se ponen la mano en el corazón al cantarlo. Uno de nuestros ilustres presidentes, Don Julio María Sanguineti le gustaba posar con ese gesto adusto. Siempre sentí que mejor debía ponerse la mano en el bolsillo.

Pero los pueblos tienen una capacidad admirable de resignificación simbólica. En la versión reducida del himno, uno de sus versos fundamentales dice...

Libertad, libertad orientales

este grito a la patria salvó

y a sus bravos en fieras batallas

de entusiasmo sublime inflamó.

De este don sacrosanto la gloria merecimos

tiranos temblad, tiranos temblad, tiranos temblad...

La dictadura obligó a realizar un arreglo musical para suavizar el último tiranos temblad que era enseñado en escuelas y liceos terminando en un agudo que solo era cantado por un solista o entonado por muy pocos que podían llegar a ese tono. Aún así, aquella parte del himno entonada por la multitud fue recobrando si prisa pero sin pausa sus antiguos y rebeldes tonos y el tiranos temblad de cada acto de escuela, liceo, club de barrio o en los estadios de futbol se convirtió en un tiranos temblad que hacía retumbar hasta las piedras.

No me gustan los himnos patrios porque cristalizan las poses y maneras copionas de las clases dominantes bajo supuestas banderas unificadoras. Aún así, me seguirá emocionando la sabiduría popular capaz de encontrale nuevos significados y poner los acentos donde los mandamases de turno no quieren.
 
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