viernes, enero 11, 2008

Los estados se unen contra los Estados Unidos




Madrid - 14/12/2007

Tras dos semanas de negociaciones, la cumbre de Bali llegó a un tímido consenso por el que 187 países se comprometieron a trabajar dos años para lograr otro consenso, en el que dicen que se van a comprometer a reducir sus respectivas agresiones contra el medio ambiente. Pese a la liviandad de la declaración, ha sido un gran triunfo; por primera vez en la historia la comunidad internacional consiguió que la prepotencia norteamericana se viera obligada a ceder.

A esta altura, el cambio climático no es un tema científico, sino del dominio público. Algunos más otros menos, todo el mundo sabe que el ser humano está afectando de algún modo el equilibrio planetario. Lo que también todos se han dado cuenta en algún grado es que, aunque los efectos no serán inmediatos, las acciones necesarias para mitigar su negatividad sí deben serlo.

Ante este convencimiento generalizado los gobernantes han hecho lo que acostumbran, culpar a la población de todos los males que ellos ocasionaron, y siguen ocasionando con sus políticas eco-depredadoras. A continuación los respectivos mandamases se avocan a exigir que sus gobernados hagan sacrificios en su vida cotidiana para, al fin y al cabo, no lograr nada porque ni fueron los causantes de la catástrofe, ni está en sus manos la solución.

Casi todos los países se gastan millones de sus unidades monetarias en campañas propagandísticas que reclaman a la población que no usen sus propios coches y si el transporte colectivo. Pero a ninguno hasta ahora se le ha ocurrido que la verdadera forma de convencer a la gente para que deje los coches es darles ventajas reales por no usarlos. Si el transporte público fuera gratuito, por ejemplo, Juan Pueblo lo pensaría dos veces antes de manejar diariamente al trabajo. No debe ser tan difícil, los balnearios de ski lo hacen, los casinos los hacen, un país debe poder hacerlo. A lo sumo tendrá que reducir un poquito su aparato profesional de matar, digo su ejército.

Pero lejos de ayudar con medidas concretas, o al menos buenos ejemplos, los gobiernos sólo aportan ejemplos de derroche, con miles de kilómetros de autopistas iluminadas como laboratorios durante toda la noche, por las que transitan coches que tienen sus propias luces, y sólo las tres primeras horas de oscuridad. O adornos de navidad como el de Madrid, que instaló ocho millones de lamparitas que mantuvo encendidas durante un mes.

Cuando el planeta se enfrentó al peligro del agujero en la capa de ozono que amenazaba con agrandarse hasta dejarnos a merced de las radiaciones del cosmos, no se le pidió a la población que dejara de usar heladeras, o que no se pusieran desodorante para desesperación de sus compañeros de vagón. Simplemente se legisló al respecto, los equipos de frío sustituyeron el cloroflúorcarbono por un gas que no afectara la atmósfera, y los fabricantes de desodorantes hicieron lo propio con el propelente de sus aerosoles. El problema se solucionó, o está en vías de, con medidas a escala industrial, nacional y, por sumatoria simple, planetaria.

En este caso se podrían plantear soluciones reales como limitar por ley la potencia de los coches actuales mientras se fabrica una nueva generación de coches impulsados por motores que se alimenten con fuentes energéticas renovables, todo lo que ya está inventado, solo hay que aplicarlo. Claro que inversiones de este tipo reducirían las ganancias de los gigantes de la industria actual, en particular a los petroleros, o sea los jefes de los gobernantes más poderosos en la actualidad.

Por eso por ahora sólo nos queda conformarnos con cambiar a un coche más pequeño y usarlo cada vez menos, no porque se nos proporcione un transporte colectivo barato y eficiente, sino porque el precio del combustible va subiendo a niveles pronto inaccesibles. A cambio se nos permite aplaudir cuando los que mandan se montan un numerito donde al menos nos dejan escuchar al representante de un pequeño país pobre decir a los yanquis que si no van a abrir el camino, mejor se aparten.
 
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