viernes, diciembre 01, 2006

Justicia en Uruguay, le llegó la hora al primer dictador



Por Alejo Rivas Devecchi

Por primera vez en la historia del paisito, un dictador es llamado por la justicia a asumir responsabilidad por los crímenes cometidos durante su mandato. El ex dictador Juan María Bordaberry fue apresado la semana pasada por orden del juez Roberto Timbal quien lo acusa, junto a su ex canciller Juan Carlos Blanco, de los "homicidios especialmente agravados" de los legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz y de los militantes tupamaros Rosario Barredo y William Whitelaw, ocurridos en mayo de 1976 en Buenos Aires.

Bordaberry, tiene además varios juicios en curso por otros delitos, entre ellos la masacre de ocho militantes comunistas en 1972 en la seccional 20 de ese partido, y otro por atentado a la Constitución, coautoría de privación de libertad y homicidio. La fiscal Ana María Tellechea ya había pedido su procesamiento y la jueza Graciela Gatti, decretó el cierre de fronteras para este individuo en octubre pasado. El fallo del juez Timbal se suma al de setiembre pasado, cuando el juez Luis Charles procesó por primera vez a ocho ex militares y policías por los delitos de privación de libertad y asociación para delinquir.

Uruguay cargaba hasta entonces con la vergüenza de ser de los pocos países, como España, en no haber juzgado a los responsables de delitos de lesa humanidad cometidos por los fascistas que asolaron al país durante la última dictadura militar. Los defiende la “Ley de caducidad de la pretensión punitiva del estado”, conocida popularmente como “ley de impunidad” que fue promulgada por el gobierno de Sanguinetti y refrendada por la población luego de una campaña oficial cargada de amenazas generales y personales, igual que en plena dictadura.

Pero, como todas sus obras, esta ley es mala hasta para los que pretende favorecer. Entre los perdonados, sus redactores no incluyeron a aquellos que cometieron sus crímenes fuera del país ni a los civiles (¿será casual?). Esta omisión permitió los juzgamientos de los represores en setiembre, que cometieron sus crímenes en la República Argentina, y también el de los “gobernantes” de facto, que no son militares.

Respecto al procesamiento del ex dictador, Rafael Michelini, hijo deZelmar Michelini, uno de los legisladores por cuyo asesinato se imputa a Bordaberry y Blanco, dijo que "creían que nadie los iba a tocar, pero la justicia llegó". Por su parte, el ex presidente derechista, Julio María Sanguinetti, artífice de la ley de perdón a los militares, dijo que juzgar a unos y no a otros puede "reabrir heridas que el país venía sanando", aunque nunca se pronunció a favor de juzgarlos a todos. Su correligionario, el diputado ultraderechista Daniel García Pintos, declaró: "es un juicio mediático, con denuncias que primero pasan por los medios y después llegan al juzgado. Esto no le hace bien al país".
Muy por el contrario, el líder tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro aclaró: "Es un hecho histórico, pero es increíble que lo normal sea un hecho histórico".

Juan María Bordaberry ganó las dudosas elecciones de 1971, en el marco de acusaciones de fraude, y fue presidente constitucional poco más de un año. En junio de 1973 disolvió el Parlamento y dio un golpe de estado respaldado por los militares con el apoyo de los Estados Unidos, como todas las dictaduras latinoamericanas de la época. Bordaberry se mantuvo en el poder, o mejor dicho como presidente, hasta junio de 1976, cuando los militares decidieron prescindir definitivamente de sus servicios, no sin antes garantizarle un retiro suntuoso a costa de los contribuyentes. Por ese entonces los uruguayos le llamaban “jeep del ejército” porque lo manejaban los milicos.

Siguió una sangrienta dictadura que duró hastá 1984 y dejó como saldo más de trescientos desaparecidos, miles de presos torturados, y el país, antes próspero, se sumió en una crisis política económica y social de la que aún está lejos de recuperarse. El sistema educativo “laico, gratuito y obligatorio” de que los uruguayos se enorgullecían, se vio degradado, saqueado y elitizado, hoy abundan los las universidades privadas extranjeras y religiosas, con las obvias consecuencias para el nivel educativo general. La otrora “Suiza de América”, receptora de inmigrantes que huían de naciones desgraciadas, se convirtió en un lamentable emisor de emigrantes, un sitio que despide a su gente, primero por la persecución política y luego (hasta hoy) por la miseria imperante.

El procesamiento de los asesinos y usurpadores de todo tipo de derechos, es el largamente postergado primer paso. Tanto Bordaberry como los demás dictadores uruguayos y de otros países del cono sur siguen, hoy en día, cobrando jubilaciones de jefes de estado y contando con coches, choferes y guardaespaldas a cargo del estado, o sea de la gente. Todos los ex jerarcas de la dictadura uruguaya siguen manteniendo privilegios adquiridos a punta de fusil y pagados con la miseria general. Quedan miles de pasos por dar, pero más gracias a los cojones de unos pocos que a dios, andando vamos.
 
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