sábado, setiembre 01, 2007

La independencia de la Bélgica rioplatense



Por Alejo Rivas Devecchi

El sábado pasado se conmemoró el 182 aniversario de la declaración de la independencia del Uruguay. Vale recordar cómo se creó ese estado, que ha sido gobernado desde entonces por sus verdaderos creadores y sus descendientes, aliados siempre a los sucesivos imperios que decidieron entonces y deciden hoy su destino.

En 1816 las tropas de invasión portuguesa bajo el mando de Carlos Federico Lecor, Barón de la Laguna, cumplían el viejo sueño portugués de dominar el margen oriental del río Uruguay, entonces casualmente coincidían con los intereses de Su Majestad Británica. Caía la última resistencia de Artigas y con él el último defensor de la Sudamérica unida. No faltó mucho para que los terratenientes orientales, los mismos que poco antes proponían a Artigas que les entregara las tierras abandonadas por los “malos europeos y peores americanos”, votaban en los cabildos la anexión al Imperio Portugués como la Provincia Cisplatina.

Hasta inicios de la década de 1820, el imperio Británico respaldó a Portugal en su expansión hasta el Río de la Plata pero, con Brasil convertido en estado, la cosa cambiaba. No convenía a sus intereses comerciales que toda la costa atlántica de América del Sur, desde el Ecuador hasta Cabo de Hornos, perteneciera a sólo dos países. Mucho menos a dos estados que, eventualmente, podían convertirse en poderosas potencias fuera de su control. Pero a partir de 1822, los ingleses hacen uso de todo su poder de persuasión para que Brasil renuncie a la Banda Oriental.

En 1825, Juan Lavalleja organiza un ataque de reconquista de la provincia en disputa con fondos facilitados por comerciantes ingleses. Por extraño que parezca, Lavalleja obtiene, en pocos meses, más resultados que ninguna de las dos potencias en los diez años anteriores. Casualmente, luego del desembarco los contendientes solicitan la mediación de Inglaterra, se suceden algunas batallas y, en agosto del mismo año, el Congreso de Florida que declara la independencia del nuevo país y su retorno a la comunidad de las Provincias Unidas.

El 10 de diciembre Brasil declara la guerra a las Provincias Unidas y en febrero, Rivadavia, que había pasado más de un año en Inglaterra, es ungido Presidente. Entra entonces en la escena Lord Ponsomby, un hábil diplomático británico que había obtenido su destino en el cono sur como castigo por su amistad demasiado estrecha con Lady Conyngham, la amante del rey Jorge IV.
Ponsomby empezó por convencer a Pedro II, emperador de Brasil, que no le convenía enemistarse con Gran Bretaña. Los argumentos del diplomático tenía mucho peso, para ese entonces, las armadas de ambos ejércitos (brasilero y de la Provincias Unidas) eran mayoritariamente inglesas, al igual que sus equipamientos y sus respectivos jefes de flota,
Guillermo Brown en Buenos Aires y Lord Cochrane en Brasil, “no es alejarse de la verdad decir que la guerra entre Brasil y Buenos Aires se mantiene en la actualidad entre ingleses, en directa contravención de las leyes de Inglaterra, con capital británico...”, decía Gordon, el cónsul inglés en Río de Janeiro, en sus informes.

Las gestiones del diplomático mediador tienen su punto álgido en mayo de 1827 cuando se logra la “Convención Preliminar de Paz”, un documento firmado por García, Ministro de Rivadavia con Brasil, renunciaba a la Banda Oriental, que quedaba en posesión del Imperio. Este tratado le costó la presidencia a Rivadavia, que trató de inculpar a su enviado, pero terminó renunciando. Ponsomby tenía a la Banda Oriental donde quería, Brasil haría lo que Gran Bretaña ordenara, y Pedro II obedeció.

En recompensa por sus servicios, la corona inglesa destinó a Ponsonby a Bélgica, donde maniobró para obtener la separación de Bélgica de los Países Bajos (hoy Holanda), para evitar su anexión a Francia y convertirlo en un Estado, otro “estado tapón”.
En agosto de 1828 se firma la paz definitiva y Uruguay vuelve a ser independiente . Al conocer la noticia, Artigas dijo “Ya no tengo patria”.

domingo, agosto 26, 2007

La guerra contra la Democracia en TV



Por Alejo Rivas Devecchi

El cineasta es un hombre maduro, delgado y enérgico, contesta las preguntas con una sintaxis precisa y con pasión al hablar, como si quisiera ganar al interrogador para su causa. Lleva el pelo blanco largo y sin amansar, al verlo su interlocutor no puede evitar evocar el carácter indómito de su persona, que ha dedicado su vida a denunciar los planes ocultos del poder y sus abusos permanentes. El reportero se siente un poco extraño, no es común entrevistar a otro periodista, muchos profesores lo citarían como primer punto en la lista de cosas que no se deben hacer. Pero este hombre es además un multipremiado cineasta, defensor de los derechos humanos desde hace décadas, y es esta condición la que justifica la entrevista, a propósito de la presentación de su último film.

John Pilger lleva casi cincuenta años de actividad como periodista actor y cineasta, con 55 documentales en su haber, todos ellos dedicados a la crítica de las intervenciones militares y económicas que los poderes occidentales han realizado en distintos países del mundo. Comenzó su carrera en 1958 en Australia, su país natal, y en los años 60 se mudó a Gran Bretaña, donde vive desde entonces. Su última realización, “La Guerra contra la Democracia” pone la lupa en el modo que los Estados Unidos están “llevando la Democracia” al resto del mundo, y llega claramente a la conclusión que el verdadero objetivo es el opuesto, impedir que eso suceda.

Este documental, el primero que Pilger produce para cine y televisión, fue filmado en Venezuela, Bolivia, Chile y los EE.UU. aunque habla además de Guatemala y Nicaragua. Fue estrenado en los cines en el Reino Unido el pasado 11 de mayo y será televisado en ITV1 el lunes 20 de agosto. Cuenta la historia del ''patio trasero de América'' y la incesante lucha de su gente, primero contra los españoles, y luego contra otros poderes europeos que vinieron a reemplazar al español cuando este entró en decadencia. Acerca de sus motivos para la realización de este documental, Pilger cuenta que se le ocurrió cuando escuchaba el discurso de inauguración de la segunda presidencia de George Bush, en el que prometió traer democracia al mundo, “En este discurso Bush menciona las palabras ''democracia'' y ''libertad'' veintiuna veces. Bush no dejó ninguna duda que estaba desnudando conceptos nobles como ''democracia'' y ''libertad'' de su significado verdadero”, recuerda el realizador. Fue entonces que decidió hacer una película “que iluminara esta verdad disfrazada -- que los EE.UU. ha estado por un largo tiempo emprendiendo una guerra en contra de la democracia detrás de una fachada de propaganda diseñada a torcer el intelecto y la moralidad de los estadounidenses y del resto de nosotros”, terminó Pilger.

Una de las principales partes de este film es una entrevista que el director mantuvo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Respecto a la situación en este país sudamericano Pilger opina que “Los cambios realizados bajo el gobierno de Chávez son extraordinarios; en democracia participativa, salud, educación y en el mero hecho de elevar la calidad de vida de la gente.” Pero asegura que queda su modelo económico sigue siendo neoliberal y queda un largo camino por recorrer para lograr una situación de verdadera justicia social. “Los ricos en Venezuela se quejan sin parar de que haya disminuido su poder económico - lo cual no es cierto – explica el cineasta- lo que los ricos ya no controlan más es el gobierno.”
El documental también muestra la situación de Chile, el modelo norteamericano para la democracia en Sudamérica, que aún vive bajo la sombra de Pinochet. Además habla de la Escuela de las Américas, el centro de entrenamiento donde se formaron los torturadores de las dictaduras latinoamericanas, que funciona en Georgia.

En los últimos años, películas de este tenor han tenido un gran éxito público y crítica, como los realizados por el norteamericano Michael Moore, que fueron premiados en Cannes y hasta obtuvieron el primer oscar otorgado a un documental. Esto demuestra que, pese a los intentos del poder, la gente está tomando conciencia de lo que pasó y pasa en el planeta, y películas como la de Pilger ayudan a que al fin suceda lo único que puede revertir la situación de injusticia que lleva ya demasiado tiempo que la gente se levante y se eche a andar.
 
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