Por Alejo Rivas Devecchi
Nota publicada en El Español en Australia el 15 de noviembre
Hace ya 17 días que París, y otras ciudades francesas, sufren disturbios sociales. Todas las noches, desde el 27 de octubre, se han quemado cientos de autos, hasta el cierre de esta edición -el domingo 13- eran más de 8000 los coches incendiados y más de 2500 las personas detenidas. El hecho desencadenante fue la muerte por electrocución de dos jóvenes menores de edad, que se escondieron de la persecución policial en una subestación de energía eléctrica. A las ciudades francesas se sumaron luego algunas en Bélgica, otras en Alemania, esto no es un hecho aislado.
Hay quienes buscan las razones detrás de estas revueltas en problemas étnicos;
en una nota de Página12, Eduardo Febbro afirma que los jóvenes sublevados representan a unos nueve millones que sufren “la falta de trabajo, escasa educación familiar, discriminación; esas generaciones pagaron el tributo de la “fractura” nacional que dividió a franceses “de pura cepa” y a ciudadanos nacidos en Francia pero hijos de los inmigrados.
Sin embargo en países donde los problemas de multiculturalidad no son tan extremos, la violencia también está a flor de piel como manifestación de descontento. Sólo tres días después del inicio de los problemas parisinos, el primero de noviembre, se produjo un fuerte disturbio a pleno día en la estación de trenes Haedo del Gran Buenos Aires. Comenzó con una protesta por la cancelación de un tren. Un grupo de alzados saqueó negocios y quemó vagones e instalaciones. La Policía recuperó el control de la estación tras cinco horas, los incidentes terminaron con un saldo de 87 detenidos y 21 heridos.
Obviamente las autoridades y los diferentes grupos de presión política y social de cada lugar se culpan unos a otros. Y probablemente muchos de ellos tengan razón, quizás todos. Pero lo que se hace cada vez más evidente es que el sistema económico-social en que hoy vivimos las “democracias occidentales” está llevando a la gente a extremos de desesperación que sólo precisan de ese tipo de elementos catalizadores para detonar por doquier.
Las tendencias xenófobas también aprovechan la situación, el gobierno francés ya ha ordenado la expulsión de 120 extranjeros, muchos de ellos ni siquiera están ilegalmente en suelo francés. La cifra llama la atención, hay 2500 detenidos, los analistas hablan de entre siete y nueve millones de potenciales sublevados, y el gobierno expulsa a 120 extranjeros. El intelectual francés Guy Sorman se refiere al tema en una entrevista para diario Perfil de Argentina: “expulsar a los extranjeros es estúpido, la mayoría de los que cometieron los delitos son franceses.”
En el blog de Arsenio Escolar, director de 20 minutos de España, leí la respuesta dada por Manuel Valls, barcelonés diputado socialista en la Asamblea Nacional Francesa y alcalde de Evry, en la periferia de París, a una pregunta acerca del problema parisino formulada por un cronista de El País de Madrid. Valls contestó: "Se ha estropeado el ascensor social. El inmigrante italiano, español o portugués, e incluso los argelinos antes de la II Guerra Mundial, llegaban como obreros; sus hijos conseguían ser maestros y sus nietos catedráticos de universidad, por decirlo de alguna manera. La crisis actual afecta a los hijos y los nietos de la inmigración, que son franceses. En la Asamblea Nacional no hay ni un solo diputado de origen magrebí o de piel oscura, a excepción de los tres de los territorios del Caribe. Y un solo musulmán, el representante de Mayotte, en el Índico."
Da la sensación que el argumento de diputado catalán-francés es globalizable. El ascensor social no sólo está roto para los descendientes de los inmigrantes parisinos, al parecer lo está para todos los pobres de estos países. Ya no es cuestión de estudiar en la secundaria y esforzarse para terminar una carrera para ascender en la pirámide social. Una vez más las clases dominantes encontraron una nueva piedra y la pusieron en el camino de los que venían ascendiendo. Hoy en día, con menos de tres Masters, ningún universitario llega a tener un mínimo de reconocimiento. Los ricos se burlaron de mayo del 68 y desplazaron el conocimiento valorado nuevamente a su esfera de dominio. Quizás no sea casual que los disturbios se den donde se están dando.
lunes, diciembre 19, 2005
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