lunes, diciembre 19, 2005

Al camarada Jaime, salud

Por Alejo Rivas Devecchi

(publicada en El Español en Australia el 1.11.05)

Cuando me afilié a la Unión de Juventudes Comunistas, por 1984, Jaime Pérez era un mito. Un nombre que pintábamos en las paredes y en las pancartas que llevábamos a las marchas donde pedíamos a gritos su liberación y la de los otros. En las eternas reuniones de entonces, los comunistas más viejos (de 20 años) nos hablaban de él con reverencia, nos contaban de su firme resistencia en la clandestinidad, contaban cómo aguantó la tortura día a día y no vendió a sus compañeros, aunque le costó su salud y casi su vida.

Al tiempo, el ex Secretario General del Partido salió de la cárcel, junto con otros “queridos peladitos”. Fue recién entonces que empezamos a conocer al hombre. Y Jaime era un hombre humano, sin redundancias. Tenía la capacidad de acortar las distancias, hasta cuando hablaba desde un estrado a una cuadra, uno se sentía como su único interlocutor, porque le hablaba directamente a la gente, porque no estaba posando, estaba diciendo lo que pensaba y lo que creía que había que hacer para lograr concretar ese pensamiento.

En 1990 fue electo Secretario General nuevamente, y al poco tiempo sorprendió al escenario político con sus críticas a los viejos dogmas comunistas. El viejo militante demostró entonces su claridad ideológica, su estatura teórica. Enfrentado a una situación inusual recurrió a su bagaje de conocimientos políticos y los aplicó, con perfecta lógica marxista-leninista decidió deshacerse de las vetustas estructuras inoperantes y renovar la organización desde su base. Para eso había que revisar los planteos ideológicos, y lo hizo. Fue muy criticado por ello, incluso ahora, pero la historia le dio la razón.

Le dio la razón el propio comunismo moderno, que hace tiempo que no habla de dictadura del proletariado. Pero también le dio la razón la evolución política del país desde entonces, desde el enorme triunfo electoral de la 1001, que fue abriendo el camino del avance del Frente Amplio hasta hoy. Porque no puede haber quien honestamente pueda negar que este hombre cumplió un papel imprescindible en la llegada de la izquierda al poder. Incluso hay quienes iríamos más allá y diríamos que si él siguiera hoy en la dirigencia del PCU y del Frente Amplio, otro sería el posicionamiento del actual gobierno.

Su actuación como legislador mostró también de que calidad de persona se trataba. Su primer interés fue saldar sus deudas con la historia, con sus camaradas, y se encargó como nadie de investigar la masacre del la seccional 20 en 1972. Ojalá el gobierno del Frente Amplio llegue al menos a acercarse a la altura de este enorme hombre, impidiendo que los represores de ayer y de hoy se burlen de las instituciones políticas y la moral de este país. Ojalá, al igual que Jaime, los que ahora están sentados en el Palacio Legislativo recuerden los que quedaron en el camino para que ellos llegaran hasta ahí y decidan, de una vez por todas, saldar ellos su deuda con la historia. Ojalá les sirva el haber caminado frente al féretro de un hombre impecable para acordarse de su propia dignidad.

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Jaime Pérez en el recuerdoRECUADRO

Estaba escribiendo esta nota, cuando apareció en el chat un viejo amigo de la facultad con el que nos mantenemos unidos pese a tiempos y distancias. En aquellos tiempos él era periodista y yo no, y sé que conoció personalmente a Jaime. Se me ocurrió pedirle su opinión, pero no pudo con su pluma inquieta y me mandó lo que sigue, le pedí permiso para compartirlo con ustedes, y aquí está:

Jaime Pérez en el recuerdo

Por Mauricio Pienica

La noticia de la muerte de Jaime sorprende, no por el hecho de la muerte en si de una persona que, como otros tantos veteranos dirigentes políticos y luchadores sociales, ha visto llegar ese ineludible momento, sino por su removedora circunstancia. La noticia aflora inmediatamente el recuerdo del Jaime Pérez recién liberado de las garras de la dictadura y por el que, un joven estudiante como era yo en ese entonces, sentía esa especial sensación, mezcla de respeto y admiración.

Respeto por el compañero militante, incansable luchador en pos de anhelados ideales de justicia social y libertad.

Admiración por su valor, por ser un símbolo de la resistencia a la dictadura, sobreviviendo la tortura salvaje y la cárcel durante prácticamente una década, agudizada por su doble pecado, mortal para aquellos tiempos, de ser comunista y judío.

Recuerdo el rostro curtido por tantas horas amargas y ese espíritu inquebrantable del viejo obrero peletero que supo transmitir esperanza y confianza a los jóvenes que con suma atención escuchábamos atentamente sus discursos.

Supe escucharlo en charlas, mitines y discursos y también verlo desempeñarse como legislador por la 1001.

Y por que no decirlo, también aflora el recuerdo de su propia revisión política tras la crisis de la ex Unión Soviética, superando no con pocas críticas la ortodoxia y tomando distancia del “Partido” cuando la discusión ideológica movió los estamentos más íntimos de esa corriente política.

Como tantos otros viejos dirigentes que tuve el gusto de conocer personalmente y que lamentablemente han desaparecido físicamente, aunque no de nuestra memoria, vale el adiós de la hora al Jaime Pérez de siempre. Salud !!!

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