lunes, diciembre 19, 2005

La iglesia a 451° Fahrenheit

Por Alejo Rivas Devecchi

abril 2005

La iglesia ha intentado recientemente expresar su poder en extinción diciéndole a gobiernos socialistas como gobernar, obstaculizando la ratificación del protocolo contra la discriminación de la mujer, oponiéndose a cualquier propuesta de despenalización del aborto, y hasta llamando a boicotear algunos libros superficiales.

El martes pasado, el cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova, lanzó un mensaje de boicot a “El código Da Vinci” de Dan Brown. El libro es un thriller liviano con una propuesta de ficción histórica bastante ingeniosa.

A través de la historia humana, los detentadores del poder han atacado una vez sí, y otra también, los ámbitos culturales; en particular a los libros y sus autores. En el siglo quinto ac. el filósofo Protágoras fue condenado por agnóstico y su obra "Sobre los dioses" quemada en la plaza pública.

Según el historiador Mexicano Fernando Báez, la primera gran destrucción de libros ocurrió cerca del año 640 d.C. El comandante Amir ibn al-Ass, habiendo conquistado

Egipto, envió una carta al califa Omar I, en la que relataba sus hallazgos en la ciudad de Alejandría, 4.000 baños, 4.000 palacios, 400 teatros y la famosa biblioteca acerca de la que pedía instrucciones. Omar respondió: "Si los libros contienen la doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo a la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos". Los papiros sirvieron para encender el fuego

que calentaba las termas públicas. En lugar de leña, los textos de Heráclito, Hesíodo, Gorgias, Epicuro, Arquíloco, Crisipo, y de la gran mayoría de clásicos, ardieron por seis

meses.

Las quemas cristianas

Para el siglo quinto d.C. Constantinopla, capital del imperio Bizantino, era uno de los mayores centros culturales del mundo. Hasta que la Cuarta Cruzada "cristiana" llegó en 1204. Los cruzados arrasaron la urbe y quemaron los papiros y pergaminos allí conservados. Durante tres días, sacerdotes y soldados cruzados asesinaron, violaron, robaron y destruyeron con "fe" ejemplar.

En 1559 el examen del libro religioso se hizo riguroso. Fernando de Valdés, inquisidor general, promulgó el Catálogus Librorum qui prohibentur que se revisaba periódicamente en Roma y España. Era una lista de libros prohibidos, los libreros debían tener una copia del catálogo para no introducir en las colonias las obras que en él se marcaban.

El concilio de Trento (1545-1563), limitaba la circulación de los libros "sospechosos o perniciosos" el Concilio Provincial Mexicano, insistía sobre el peligro que representaba la imprenta y la difusión de libros considerados dañinos.

El Index Librorum Prohibitorum fue el más completo catálogo de libros heréticos, de versiones no autorizadas de la Biblia, de libros de ciencia heterodoxos y de obras de adivinaciones, sortilegios y magia.

La más célebre quema de libros de la historia de la literatura occidental, es la que presenta Cervantes en el capítulo sexto de la primera parte de "Don Quijote de la Mancha". Por cuatro siglos, los lectores del mundo aprendimos a odiar al cura y al barbero que destrozaron la biblioteca de Alonso Quijano.

En 1734, las "Cartas filosóficas" de Voltaire, provocaron la ira de la iglesia, el escritor fue detenido y las cartas fueron quemadas por "inspirar el libertinaje más peligroso para la religión y para el orden de la sociedad".

Inquisidores del siglo XX

En 1933, los nazis decidieron destruir los libros de todos los opositores o autores de origen judío. Las obras de Freud, los rosacruces y Thomas Mann, entre muchos, fueron condenadas a la hoguera por Joseph Goebbels.

En 1953 Ray Bradbury escribió "Farenheit 451", título que es a la vez un dato que informa sobre la temperatura que hace falta para cremar un libro. Esta novela se ambienta en una sociedad futura en la que los libros están prohibidos y un cuerpo de bomberos invertidos se encarga de incinerarlos para evitar que su lectura destroce los cimientos de la sociedad.

Mas recientemente, Salman Rushdie, escritor inglés de origen hindú, ha sido víctima de la inquisición contemporánea. Sobre Rushdie pesa una condena a muerte a causa d sus "Versos satánicos", una novela mediocre e impulsiva que ridiculizó el fundamentalismo en sus preceptos fundamentales.

Queda claro que el cardenal Tarcisio Bertone no inventó nada. Se limitó a aplicar, con nostalgia devaluada, los sagrados preceptos con que sus predecesores inquisidores utilizaran a su vez. Cabe preguntarse por qué la emprendió contra obras de escaso contenido ideológico y nivel literario, será que a otras mejores ni siquiera

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