lunes, diciembre 19, 2005

Discriminación estética en las municipalidades de Sydney

Publicado por El Español en Australia, julio 2003

Por Alejo Rivas Devecchi

El pasado trece de julio, en entrevista con The Sunday Telegraph, el Premier Bob Carr dijo que quería cortar la cinta roja de los permisos de construcción en Sydney. Se refería a la excesiva demora en la aprobación de cualquier tipo de permiso para renovar una casa en cualquiera de las municipalidades de Sydney, por insignificante que la modificación sea.

Todos sabemos de la inoperancia de la burocracia acá, en Montevideo, en Buenos Aires, en Madrid, y donde quiera que exista papel y tinta, pero ese no es el problema de fondo. El real problema es que el poder de decisión en lo referente a la construcción está en las manos equivocadas.

Para los que no lo han sufrido, el proceso de trámites para obtener el permiso del municipio local es, esquemáticamente:

El proponente presenta planos y demás documentos exigidos al municipio.

Un “ planeador”, empleado del municipio (sin ningún tipo de formación estética ni de diseño) lo informa a los vecinos que él considere afectados (que tampoco tienen porque tener ni la menor idea acerca del tema).

Si algún vecino se opone, la propuesta va a una reunión del Concejo Municipal, donde los consejeros (otros sin ningún tipo de formación estética ni de diseño) deciden su destino.

Si no hay oposición alguna, el planeador puede decidir aprobarlo, o informarlo negativamente para que el Concejo lo trate.

Resumiendo, ninguno de los actores municipales que deciden acerca de la propuesta edilicia está calificado para tomar una decisión en base a criterios arquitectónicos. Esto no sería muy malo si estuviéramos hablando de la inmortalidad del cangrejo; pero siendo el tema principal justamente Arquitectura, es un desastre.

Las decisiones de los Concejos Municipales se basan en varias consideraciones técnicas, que son informadas por técnicos acreditados en las diferentes áreas; y también (sorpresa) en consideraciones estéticas. Esto es sorprendente no sólo por el hecho que los municipios no cuentan en su personal con arquitectos que puedan evaluar los méritos estéticos o de diseño de un edificio, sino porque además es conceptualmente ridículo establecer pautas anquilosantes en una actividad eminentemente creativa.

La mayoría de los Concejos Municipales de Sydney incluyen en sus Planes para el Entorno Local frases del tipo de: ...” la propuesta deberá amoldarse al estilo de construcción del área”... Algunos, como el Municipio de Ku-ring-gai, llegan hasta el extremo de la ridiculez publicando un “ Manual del buen diseño”, que es el equivalente arquitectónico a un “Manual para pintar un buen cuadro” o un “Manual para componer una buena sinfonía”, sencillamente no se puede, no se puede y además es imposible.

Al respecto, el famoso arquitecto australiano Alex Popov, en su artículo titulado: “ Forzando la mediocridad en el diseño”, publicado en el boletín de el Instituto Real de Arquitectos de Australia, escribe: “ Nosotros (los arquitectos) deberíamos ajustarnos a los parámetros establecidos por los municipios en términos de volumen, sombras, medianeras, alturas, etc. En retribución, sin embargo, los municipios deberían evitar sobrepasar su rol con la imposición de directivas de diseño, como si el buen diseño pudiera obtenerse de un recorte y pegue de una teoría edilicia.”

El planteo de la regulación de estilo no es nuevo, lo aplicó el gobierno de Musollini en Italia, lo aplicaron los nazis en Alemania; de hecho lo aplicaron la mayoría de los regímenes políticos autoritarios en el marco de sus políticas de censura de la creación artística y de represión de la libertad de expresión, en cualquiera de sus manifestaciones. Por eso resulta por lo menos extraño que un régimen, que se dice democrático, imponga estas políticas, ya largamente conocidas y con conocidos resultados de empobrecimiento y estancamiento del entorno arquitectónico.

El mes pasado un planeador del Municipio de Rockdale, discutiendo una propuesta con un arquitecto, resumió su pensamiento ( y, según dijo, el del Municipio) en la frase: “Similar es bueno, diferente es malo”, el arquitecto sorprendido preguntó de inmediato: “¿Eso se aplica también para las personas?”, por toda respuesta el planeador se limitó a sonreír con aire de superioridad.

Estos oficiales de la municipalidad actúan mas como censores de la arquitectura como expresión artística , que como controladores de la aplicación de la reglamentación urbana.

En concreto, el mayor problema no es la enorme demora en la aprobación de permisos (que ya es ridícula); el terrible problema es la aplicación de la censura y la discriminación estética como política municipal.

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