lunes, diciembre 19, 2005

Josefina Robirosa, una francotiradora que sabe pintar.

Por Alejo Rivas Devecchi

4 Octubre 2005

La pintora bajó a abrirnos la puerta y nos acompañó a su casa. Una casa luminosa, hay luz hasta en el corredor, aunque no tiene ventanas. En la primera habitación, su estudio, hay un caballete y un banco de trabajo, sobre él recipientes con pinceles, pinceles anchos, finos, medianos, intermedios, otros entre medianos e intermedios y más entre intermedios y gruesos, muchos pinceles. El banco de trabajo está manchado con pinturas de todos colores, no sólo su mesada, sus costados, sus patas, todo el banco está manchado, igual que el pantalón de la pintora, “es que seco el pincel en él, me es más cómodo”. Es de día, pero se notan varias luminarias de gran potencia fijas a la altura de la cenefa y una móvil en un pedestal, aquí también se trabaja de noche.

Josefina tuvo talento innato, desde niña pintaba y dibujaba, era su mayor interés. Recién después de casada y con hijos pudo tomar sus primeras clases con el profesor Héctor Basaldúa, pero el maestro no tuvo mucho que enseñarle, antes tenía que detenerla, decirle que el trabajo estaba pronto, que no precisaba más detalle. “Héctor traía una modelo, vestida o desnuda o alguna otra cosa y la ponía frente a nosotros. Pero yo nunca dibujé la modelo, siempre dibujaba la obra en construcción que estaba pegada al estudio.”

Mucho tiempo después, cuando le tocó enseñar, se convenció de la futilidad de la enseñanza en el arte, así que dejó de enseñar. Josefina dice que la obra de arte, es esa cosa que está en la cabeza del artista. "Enseñé tres años en el Museo de Arte Decorativo, dejé cuando me di cuenta que los alumnos no precisaban de mí. Cuando ves la cosa, no hace falta que aprendas”. Agrega que los maestros tienden a hacerse imitar, a “crear escuela”, e imitar no es crear.

Tampoco cree que el arte avance, “No creo que haya progreso en el arte, es intemporal, lo que cambia es la técnica, el soporte, pero el arte no depende del progreso material, es una conexión con el cosmos”.

Menea la cabeza negativamente cuando se le pregunta con qué corriente identifica su estilo. “Nunca me adherí a ninguna corriente, creo que el arte es justamente no encasillarse. Desde que empecé a pintar caminé por mi propia cuenta, he sido muy solitaria y también un poco francotiradora”

“Jorge, mi marido, que era escultor era también bastante francotirador; también compartíamos la intolerancia a cualquier tipo de encasillamiento. Una vez que fuimos a exponer Houston, Texas, nos invitaron a un cocktail, éramos jóvenes y de un país exótico, las estrellas de la exposición. Llegamos al lugar indicado y nos dijeron que esperáramos en el foyer. Nos sentamos en un sillón doble que estaba simétricamente enfrentado a dos naranjos de jardín en sendas macetas, tras los árboles, un pequeño jardín interior tan perfecto como el revestimiento y el pavimento de mármol. Nos quedamos un rato esperando callados hasta que, súbitamente, Jorge se levantó

— nos vamos, ya— dijo.

—¿por qué, que pasa?— pregunté yo

— ¡Esos árboles tienen el mismo número de naranjas!”

Josefina no prepara croquis previos, “nunca sé lo que voy a hacer”. Prefiere no racionalizar la obra, sino concebirla. “La razón produce nada más que arte razonable, que es un embole”. Ella empieza a aplicar la técnica que elige para representar esa cosa que está clara en su mente. “La técnica me va proporcionando la imagen”. Explica que aplicó en cada época una técnica diferente. Antes usaba óleos, pero tardaban mucho en secar, además el óleo es muy espeso y anula el trabajo con superposición y transparencias. También le “mataba” el trabajo de limpiar todas las noches todos los pinceles con aguarrás. El acrílico vino a solucionar muchos de esos problemas, seca rápido, es superponible y permite mezclar colores por transparencia, incluso así, a veces trabaja con un secador en cada mano. "Siempre busco nuevas formas para expresar texturas, a veces ato varios pinceles juntos para lograr algún efecto, follaje por ejemplo. Cuando habla de experimentar en la búsqueda de nuevas técnicas se entusiasma, sus ojos brillan y dice: "me vino a la cabeza una frase: No me quiero morir nunca".

Muchos sienten la curiosidad de sabes como se calcula el valor de una obra de arte, hay reglas globales. Los cuadros de Rubirosa cuestan US$3000 el punto, esto es el metro de perímetro. Respecto al mercado actual, ella cree que cambió el comprador. "Antes nuestros clientes eran de clase media, compraban los cuadros que les gustaban. Creo que por eso no hay trabajos míos en los remates, como la gente los compra porque le gustan, no los vende. "Ahora el comprador cambió, parece que se comprara más como inversión que por gusto. Los clientes compran lo que el marchand les dice, la novedad reemplazó a la calidad. "Creo que hoy en día la gente no compra arte, sino poder."

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