lunes, diciembre 19, 2005

El día de la independencia

Por Alejo Rivas Devecchi

Publicado por El Español en Australia en agosto 2003

El sábado pasado se conmemoró en el Club Uruguayo el 178 aniversario de la declaratoria de existencia independiente del estado-tapón inventado por los ingleses. Un paso definitivo en el descuartizamiento de la patria grande, mientras se mantenía a su precursor, el Gran Viejo, a sana distancia de la su tierra, donde se consumaba la traición. Con ese motivo nos dirigimos a la sede social, sin poncho, porque sabíamos que podíamos usar el del diablo.

Mientras hacíamos cola para ser admitidos, presenciamos una escena típicamente uruguaya: una señora se acercó a la portera y le pidió permiso para ir a la cantina a comprar comida para llevar a su casa. La portera la miró con duda, “no se si hoy se puede, tenemos una fiesta importante”, e inmediatamente consultó a Homero De Cola, integrante de la directiva. El directivo contestó prontamente: “Hoy no”. Y la señora se marchó frustrada.

En cuanto salió del club la alcanzamos, grabador en mano y le preguntamos sobre el incidente.

Pero al parecer el rechazo a la señora no era para ser publicado, pues a escasos dos minutos de entrevista, salió la portera y le informó que había hecho gestiones para darle acceso a la antes vedada milanesa.

Minutos después el mismo Homero de Cola, que también vendía entradas y ubicaba a los asistentes, nos colocó en una mesa con gente que no conocíamos, lejos del resto de la prensa. Al parecer para este directivo, algunos periodistas son invitados, y otros no. En particular “los que nos vienen a criticar”, según dijo. No sé muy bien porué, pero me vino a la mente aquel dicho uruguayo: “ si quieres conocer a Juancito, dale un mandito”.

Afortunadamente, una vez dentro, nos encontramos con el presidente del club, Alberto Grant, un caballero, quien nos invitó a reunirnos al resto de la prensa y pudimos disfrutar una grata velada junto a colegas y amigos.

El acto en sí, bastante predecible. Discursos, placas, reconocimientos, himnos, aplausos banderas. En fin, cualquiera que se haya fumado ese embole en años de escuela sabe a que me refiero. Pero es justo reconocer que los discursos de las autoridades fueron sorprendentemente atinados. En particular el Diputado Laborista Paul Lynch nos sorprendió gratísimamente con un planteo multicultural progesista, absolutamente antitético a la política del actual gobierno australiano.

Terminados los discursos, procedieron a descubrir uno de esos horribles bustos de de Artigas que abundan en el paisito; en los que mas parece un milico que un gaucho sabio. Los asistentes mirábamos atónitos sin acertar a encontrar la relación entre el líder charrúa y la creación del estado de los terratenientes y representantes del imperio inglés. Nos recordaba al corto Buscaglia con su cornetita diciendo: paradoja!.

A continuación pintó pericón, infaltable. Mientras en nuestra cabeza sonaba Jaime Ros, “hay tradiciones que están mas muertas que un faraón”. Pero también acá hay que aplicar un aplauso a la actuación de los pibes que lo bailaron, que aunque en su mayoría ni idea tuvieran de que se trata, lo representaron bárbaro y con toda la buena onda, una fuerza para ellos.

Tipo diez zafamos por la sombra, para poner sana distancia con los tristes sonidos tropicales que empezaron a invadir el club y amenazaban con seguir hasta tarde. A la vuelta, en la radio del auto, sonaba “Luces en el Calabró”, un rock que canta un gringo.

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