lunes, diciembre 19, 2005

El día que se pararon los relojes

Por Alejo Rivas Devecchi

Nota para El Español en Australia el noviembre 2004

La Corte Electoral de Uruguay proclamó el 8 de noviembre Tabaré Vázquez como Presidente electo de ese país con el 50,45% de los votos, tras culminar el escrutinio definitivo de los comicios del 31 de octubre. Vázquez asumirá el próximo 1 de marzo la primera presidencia no perteneciente a los partidos tradicionales de la historia del paisito.

Hace unos días recibí una carta de un amigo-hermano, de esos que pertenecen a la familia mas definitiva en la vida de cada uno de nosotros, la que elegimos. Gabriel fue el único de un grupo de amigos de la infancia que decidió quedarse; siempre con la duda, igual que los que nos fuimos, de si valía la pena. La carta, titulada “Tarde pero llegó”, comentaba sus impresiones mas personales en medio de la algarabía del triunfo.

“ La satisfacción mas plena fue cuando, en medio del festejo, medio en pedo, me senté solo - porque no había nadie que me pudiera entender- y me reí por dentro. Me reí de la cara de Sanguinetti cuando supo que había perdido; era una mezcla de susto, frustración y decepción, también la de Larrañaga, y la de Heber. Loco, no sabés lo que eran esas caras. Esa fue mi satisfacción, me alcanza con haberlos sacado cagando. Porque ellos son los que hicieron que yo me quedara sin amigos, los que hicieron de este un país para irse; y ayer les tocó irse a ellos. Me reí por Jano que se fue primero, por el Gallego, por Alejo, por Mario; por todos. La venganza llegó tarde, pero llegó.”

Cuando terminé de leer me era imposible teclear una respuesta, me temblaban los dedos y se me nublaba la vista. Me vinieron a la memoria los años de miedo, los de militancia, los de esperanza, los de desencanto, los de rabia. Me sentí avergonzado de no haber sido parte de esa fuerza que hace unos días le devolvió la dignidad al Uruguay. Y también me sentí obligado a volver, para que el trabajo de todos ellos de su mejor fruto, para agradecerles en persona que nos hayan regalado el rencuentro.

Porque el día que terminó octubre se pararon los relojes; las agujas dudaron unos momentos, mientras las mas desgraciadas lacras del país del día anterior, se resistían a dejar sus privilegios malhabidos; y luego empezaron a recorrer sus esferas girando decididamente en sentido contrario. Desde ese día ya no contamos “el tiempo que hace que nos fuimos”, sino el tiempo que falta para que volvamos.

Esto sucedió gracias a amigos como Gabriel, y a tantos otros que tuvieron mas suerte que nosotros, o mas ganas, o simplemente mas huevos, para quedarse a hacer lo que había que hacer y sacar a los que había que sacar. No importa tanto que los nuevos gobernantes sean mejores, lo importante es que la gente del sur de Río Grande recuperó la confianza en su capacidad de elegir su destino; esta vez los uruguayos decidieron sonreír.

Por eso esa noche me paré bajo el cielo nórdico de pocas estrellas y, a riesgo de congelarme la pelada, me saqué el sombrero y me incliné reverente en dirección al Palacio Salvo, como preámbulo de esa otra noche, mas próxima que lejana, cuando nos riamos todos juntos, mirando a los relojes girar otra vez hacia delante.

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