miércoles, marzo 29, 2006

Paradoja! Buscaglia se fue, pero sigue acá

Por Alejo Rivas Devecchi

La semana pasada, un cancer se nos llevó a Horacio (Corto) Buscaglia, a los 62 años. Buscaglia fué periodista, escritor, publicista, compositor y dramaturgo; pero más que nada fue un tipo que buscaba sacar afuera lo mejor de la gente.

Yo tenía 17 la primera vez que lo ví, en el escenario del teatro La Gaviota haciendo Inodoro Pereyra, un oasis de risas en aquel país de tristezas. El Corto fue de los que no emigraron, de los que por una razón u otra, decidieron quedarse a pelearla de adentro, y la pelearon. Durante los años de gobierno fascista, sus espectáculos, canciones y escritos fueron censurados por los cultores oficiales y escondidos por la autocensura temerosa de la gente de a pie.

Por eso no llegamos a conocer “Principe Azul” hasta que ya eramos muy altos como para disfrutarla como niños, y no nos quedó otra opción que admirarla como adultos. Y pasaron muchos más años para que supiéramos quien la había escrito, porque las canciones escondidas llegaban a veces en formas muy precarias.

El Corto se pasó una dictadura entera cantandole a la gente “Canciones para no dormir la siesta” ante la mirada indignadada de los pichones de nazi que nos habían ordenado ir a dormir. Cada vez que pudo hizo sonar su voz, instrumento, o lo que tuviera a mano para denunciar una injusticia o para ayudar a sacar a los injustos de sus sitios de privilegio.
Aún los gobiernos serviles que vinieron luego de los militares tuvieron que soportar su visión incisiva, su cornetita acusadora anunciando: ¡Paradoja! , y haciendo que la gente entendiera lo que los poderosos de turno querían que pasara desapercibido.

Nunca conocí a Horacio Buscaglia personalmente, nunca hablamos ni brindó conmigo, pero esta es mi impresión de él. Me parecía un tipo que buscaba la forma de que no lo hicieran callar, uno que en cualquier situación, encontraba un recobeco para hacer llegar su mensaje a quien quería entregarlo, y de paso, lo hacía reír. Por eso creo que era un buen tipo.

Así que hoy levanto mi copa reverente, y me descubro bajo el cielo estrellado de la noche de Janaína, para despedir a un hombre que me hizo reir y pensar, o sea que me ayudó a ser mejor persona. Gracias Corto, espero que donde te fuiste haya una luna de queso tan grande como la que nos dejaste acá.

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