miércoles, junio 18, 2008

La reunión de la que nadie esperaba nada

Alejo Rivas Devecchi - Madrid
La semana pasada se reunieron en Roma representantes de 193 países con el fin de encontrar soluciones a la actual crisis alimentaria mundial. Pero el propio José María Sumpsi, subdirector general de la FAO, dijo que el hambre del mundo no se resuelve en una reunión de tres días.

Sumpsi tenía mucha razón, aunque quizás no esperara que la reunión fuera tan inútil. En la antesala de la reunión, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, propuso aumentar en un 50% la producción de alimentos en el planeta y desactivar las políticas proteccionistas de los países ricos. Por su parte Jacques Diouf, director de la FAO, reclamó 30 mil millones de dólares en ayudas para países en desarrollo para evitar el hambre.

Pero los representantes de los países intervinientes en la cumbre no fueron muy sensibles ante los reclamos de los dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, un organismo supuestamente creado para dar soluciones alimentarias a los países miembros. Al final de la reunión poco había cambiado, ningún país comprometió cambios en sus políticas proteccionistas y ninguno planteó soluciones reales a los problemas urgentes de infla alimentación que aquejan a más de 850 millones de personas.

El único aporte de los países ricos consistió en la promesa, igual que otras que ya no se cumplieron, de un aporte de 6mil millones de dólares, o sea un quinto de lo calculado como mínimo absoluto necesario. Cabe recordar que el presupuesto militar mundial del año 2007 alcanzó 1,25 billones de dólares, más de doscientas veces lo que aportan para frenar el hambre. También cabe recordar que una de las principales causas del hambre son justamente las guerras causadas y peleadas con esas armas cuyo presupuesto impide que haya dinero para alimentar el planeta.

La delegación española, por su parte, tuvo la deferencia de comprometer un aporte de 500 millones de euros. Según datos del presupuesto del Reino de España publicados en el sitio catalán justiciaipau.org, el gasto militar para 2008 asciende a 18.910,32 millones de euros. Por lo tanto, el estado español está dispuesto a gastar en paliar el hambre en el mundo 38 veces menos de lo que gasta en crearla.

Durante la reunión se habló de los biocombustibles como causantes del aumento del precio de los cereales, pero la delegación brasileña defendió su producción de etanol a partir de caña de azúcar, Brasil lleva más de veinte años produciendo este combustible y no ha sufrido una crisis alimentaria por ello, actualmente un 80 por ciento de los coches que produce pueden funcionar tanto a gasolina como con etanol.

Pero en Roma hubo además temas excluidos; no se habló de las maniobras de especulación con los alimentos, ni de los mega capitales que están acumulando grano para que aumente su precio. Tampoco se habló del comercio monopólico que las grandes corporaciones hacen en diferentes sectores de la industria alimenticia mundial. El diario “Público” de Madrid recuerda en su edición del viernes pasado que no hubo discusión acerca de empresas como Monsanto, DuPont y Syngenta, que monopolizan la producción de semillas a nivel mundial; ni acerca de las que procesan alimentos, como Nestlé o Unilever; ni de aquellas que los distribuyen como Wal-Mart, Tesco y Carrefour. Lo que no se dijo en esta reunión es que este tipo de gigantes empresariales están obteniendo ganancias récord, casualmente en coincidencia con los aumentos récord de los precios de los alimentos y en consecuencia del hambre en el planeta.

Nada se habló del desarrollo de semillas estériles ya patentadas en varios países, conocidas con el sugerente nombre de “tecnología Terminador”. Estas semillas están genéticamente diseñadas para no producir otras semillas, de modo que las empresas productoras se aseguren la venta anual, el control de la producción de alimentos y, obviamente, su precio.

En la reunión de la FAO si se habló de una crisis de la producción alimentaria que no es real, el mismo diario madrileño aclara que la producción mundial de alimentos se triplicó desde los años sesenta mientras que la población sólo se duplicó. El problema actual no es de falta de alimentos, sino de aumento de sus precios; no de sus costos, sino de las ganancias de los que los comercializan.

Cuando termina una cumbre destinada a resolver la muerte inminente de más de 850 millones de personas por falta de alimentos sin ninguna solución, parece que no hay esperanzas. Los dirigentes mundiales esperan que el mundo se siente frente a sus televisores a esperar ver los titulares que anuncien la hambruna pandémica.

Pero la realidad es que se puede detener esta matanza. Muy fácilmente los gobiernos y las organizaciones supra gubernamentales dictan medidas proteccionistas para la producción de los países dominantes a la vez que liberalizan el comercio en los países dependientes. Con la misma facilidad se puede limitar las ganancias de los gigantes de la industria alimentaria, tarifar los precios de los alimentos de primera necesidad y prohibir la especulación en productos alimentarios. Se puede, y está en cada votante exigir que sus representantes hagan algo para salvar el planeta, en lugar de seguir con reuniones de las que nadie espera nada.

1 comentarios:

Marga V. dijo...

Tienes razón en que los votantes deberíamos pedir cuentas a los votados, pero desgraciadamente, las elecciones no dejan de ser un ritual en el que participamos, y cuyos resultados están más bien en función de aspectos que poco tienen que ver con la realidad de la política y mucho con la propaganda, la publicidad y los recursos que se les dedican, y que provienen en gran medida de las grandes corporaciones.

 
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