sábado, octubre 11, 2008

La ola de Santa Lú cambió para siempre

La gente de Santa Lú despidiendo a Alvarito

Alejo – Madrid – 10/10/2008
Aquel que surfe en Santa Lú, que deje pasar la primera del set. Es la ola de Alvarito, mi amigo. Se la ganó por ser el mejor en el pico, el mejor surfero y el mejor tipo.

Hacía ya varias horas que estábamos haciendo dedo y habíamos avanzado pocos kilómetros, muy pocos. Éramos cinco: Alvarito, El Gallego, sus dos primos pequeños y yo. La consigna autoimpuesta en pos de la aventura y el ahorro, era llegar al Chuy a dedo para comprar provisiones y volver a dedo hasta Cabo Polonio, donde pasaríamos una semana de vacaciones. Pasadas las primeras horas sin éxito empezamos a caminar probando diferentes posiciones y teorías acerca de la mejor técnica del viajero a dedo: “antes de la subida es lo mejor, no mejor después de la subida, yo creo que después de la curva no nos va a parar nadie”.
En las primeras horas de la tarde decidimos separarnos, El Gallego con sus primos adelante porque eran mas, Alvarito y yo un kilómetro atrás, cerca del arroyo, ¿ a quien se le puede ocurrir hacer dedo cerca de un puente?, obviamente a nosotros. Cuando las sombras se empezaron a alargar, y se hizo evidente que íbamos a pasar la noche ahí mismo sino tomábamos un ómnibus, me percaté de que Álvaro no estaba, miré hacia el Oeste por si me lo ocultaba el sol poniente pero no lo ví, me estaba por dar vuelta cuando su voz denunció su ubicación: “Y Alejo, ¿no te para nadie?” Miré hacia el aparente origen de la voz pero tuve que mirar dos veces para encontrarlo sentado en el muro del puente caña en mano, pucho en boca y boya en el arroyo varios metros abajo, la perfecta estampa del viajero a dedo yoruga.

Años después, Aldrin nos miraba reprobatorio desde la roca. Uno de esos días con mar de fondo pero sin banco, típicos de El Corral, Alvarito y yo nos dimos manija mutua durante una hora para convencernos que atrás de la isla sí quebraba, y salimos remando. Aldrin venía atrás, desconfiado porque no conocía la playa. Obviamente no quebraba una mierda, sólo había un tobogán grosso que empujaba unos veinte metros antes de estrellarse contra la roca, pero a nuestros ojos de fisura era una ola. Los dos inconscientes pasamos un par de horas bajando ese paredón móvil mientras Aldrin, sentado en la roca, sacudía la cabeza como negando y se preguntaba cómo nos llevaría a la costa si en alguna no hacíamos el pull out a tiempo y quedábamos dibujados entre los mejillones. Cuando el viento rotó al este, volvimos al corral con pocos rasguños a ver otro atardecer.

Una semana de turismo fuimos a cazar a Aiguá. Acampamos en la estancia de un conocido de no me acuerdo quien con el Gallego, Marcos y Alvarito. Como todos los turismos llovió como sorete y como buenos acampantes no teníamos otro recurso cocinatorio que el fuego, el Gallego cocinero designado. Coherentemente con la acampada telúrica fumamos tabaco Cerrito toda la semana, armador designado: el Gallego. Uno de los peores días de lluvia, el Gallego estaba afuera de la carpa cocinando y malprotegiéndose bajo unos arbustos mientras se hacía el arroz en la olla tiznada cuando Alvarito lo llamó: “..no te quedes ahí mojándote vení a la carpa hasta que haya que sacar la comida”. El Gallego obedeció asombrado, se sacó las botas en la puerta y se sentó a cubierto mientras aceptaba la toalla seca que le ofrecía solícito, los demás mirábamos asombrados. Álvaro insistió en que se secara bien, por el frío, sobretodo las manos, “tas bien seco, las manos también? Bueno, armate un cigarrito”.

Para recordar a Alvarito sólo tengo cuentos, pero tengo unos cuantos; de hecho somos varios los que tenemos cuentos, porque era un tipo de muchos amigos. Estos casi cuarenta años de aventuras y olas que compartimos me ayudan hoy a despedir a mi amigo superando la amargura, con una copa en la mano y una sonrisa, “Salud Álvaro, adelante de mi tabla siempre irá la estela de la tuya, porque andás mejor y sos más liviano; espero que en el mar del otro lado te soplen vientos favorables y te quiebren las mejores olas, ya nos veremos en el pico”.

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