miércoles, junio 18, 2008

Prohíben las bombas racimo, pero matar millones de personas sigue sin estar prohibido

Alejo Rivas Devecchi – Madrid – 02/06/2008
El pasado 19 de mayo en Dublín, 193 países que participaron en conversaciones acerca de bombas de racimo, han logrado un "amplísimo consenso" sobre el último texto de la presidencia irlandesa, que aboga por la prohibición de las bombas de racimo y aborda la mayoría de demandas planteadas por la organización humanitaria Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC).

Los países participantes de estas conversaciones acordaron "prohibir, bajo cualquier circunstancia, el uso, desarrollo, fabricación, adquisición y almacenamiento" de bombas de racimo, argumentando que sus la mayoría de las víctimas de ese tipo de armamento son civiles. Según el acuerdo, el texto final presentado por el gobierno irlandés en Dublín, será ratificado por los países firmantes en una ceremonia que se celebrará en Oslo el próximo dos de diciembre.

Durante los quince días que duraron las negociaciones, los delegados de los países donde hay fabricantes de estas bombas, España entre ellos, intentaron que se impusiera un tratado que eliminara las bombas antiguas, pero no las actuales. Su argumento fue que las bombas modernas son “seguras”. ¿A alguien se le ocurre alguna situación en que una bomba pueda ser segura? Obviamente estos señores piensan desde el lado del que las lanza.

Las bombas de racimo consisten en una bomba "contenedor" que se lanza desde tierra, mar o aire, y que al abrirse durante la trayectoria dejan caer cargas explosivas. De estas cargas explosivas, entre un cinco y un 30 por ciento no llega a explotar en el momento del impacto y permanece activa durante años actuando como una mina antipersona. Es la razón por la que estas armas son particularmente letales para la población civil.

La participación en este acuerdo es bastante pobre, basta tomar en cuenta que los principales productores de bombas de racimo (EEUU, Rusia, Israel, China, India y Pakistán entre otros). Además 109 países ni siquiera suman el 45 por ciento de los países del mundo actual. Por lo que los titulares de esta noticia deberían decir: “Unos pocos países, entre los que ni siquiera están los principales productotes de bombas racimo, acordaron una leve prohibición”. Es fácil darse cuenta que, incluso los países firmantes del tratado, pueden instalar sus fábricas en cualquiera de los 138 países restantes para seguir fabricando estas bombas y obteniendo así sus ganancias.

Pero frente a los argumentos referentes a este tratado, a cualquier abombau asalta una pregunta obvia; si estos países son tan bondadosos que decidieron juntarse para prohibir estas armas tan inhumanas ¿Por qué no las han prohibido ya unilateralmente cada uno de ellos? Siguiendo este razonamiento surgen muchas más preguntas “en racimo” como: ¿Porqué estos países tan humanitarios fabrican tantas armas, de racimo o no? , ¿será porque obtienen enormes ganancias a costa de la muerte de millones de personas cada año? Y la última pregunta y la más básica ¿Por qué se prohíben las bombas racimo y no todas las bombas y todas las condenadas armas de guerra en todo el planeta?

Resulta más que obvio que mientras haya fabricación de armas, una industria que, como todos saben, reporta más ganancias y causa más muertes, que incluso el tráfico de drogas; habrá enormes megacapitales interesados en que haya guerras, cuanto más permanentes, mejor.

Es ilustrativo el caso de España, desde su ingreso en OTAN, en 1982, se inició un proceso de crecimiento exponencial de la industria española de armamento. Para esto, el Estado español asignó ayudas multimillonarias para renovar las necesidades de defensa del país. Actualmente la industria armamentista excede largamente las necesidades del Estado, y España se ha convertido en uno de los mayores exportadores de armas a distintos lugares del planeta, independientemente de la orientación política de los gobiernos que se han sucedido desde 1982.

Según el Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (OXFAM), ya en 2006 España era el octavo exportador de municiones para armas ligeras del mundo, y el principal exportador mundial de este material al África Subsahariana. Claro que cuando llegan a España los emigrados generados por las guerras que se pelearon gracias a sus balas, España los devuelve porque son “ilegales”.

Es más que obvio que este tratado firmado por los países que fabrican armas no es más que una nueva expresión de su infinito sarcasmo. Si se pudiera leer los pensamientos de los diplomáticos que firman estos tratados seguramente nos encontraríamos con algo como: “que me importa firmar esto si igual podemos seguir vendiendo billones de euros en otras bombas recién inventadas y mucho más mortíferas que las benditas racimo; al fin y al cabo alguien tiene que morir y de algo hay que vivir ”. Pero como dijo el gran Moliere “será corta la suerte del que vive de la muerte”.

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